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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Elementales. Capítulo 1


Elementales.
Capítulo 1.
Rejuvenecimiento.

Atenea miró entristecida y avergonzada a sus caballeros. Estos estaban estupefactos.

—No me lo puedo creer. —musitó Saga mirándose las manos.

—Dímelo a mí. —replicó Dokho.

Saori bajó la cabeza mientras la culpabilidad hacia mella en ella. Seiya, el cual estaba a su lado, le dio un suave apretón en el hombro y para animarla dijo:

—Miradlo por el lado positivo, ahora podréis disfrutar de nuevo la adolescencia.

Seiya, tan optimista él, como siempre.


Afrodita se inclinó sobre el lago para observar más detenidamente el reflejo que este le devolvía. El reflejo de un adolescente de dieciséis años muy hermoso.

No solo el Santo de Piscis había sufrido la transformación, sino que también les había ocurrido a sus compañeros.

Milo acercó una mano al agua, pero la apartó inmediátamente.

—Bueno, tiene razón Seiya, hay que mirarlo por el lado positivo. Por fin podremos disfrutar de los dieciséis años que antes no pudimos aprovechar devido a nuestro rango. ¿No es así, Atenea? —dijo éste.

Saori alzó la cabeza y miró a sus Santos de oro uno a uno, estos asintieron con la cabeza, conformes con lo que Milo había dicho.

—Si lo veis así... Lo siento mucho, debí cometer algún error cuando uní mi cosmos al de mi padre para resucitaros y bueno... Vosotros veis el resultado. —le respondió la Diosa.


Saori se dio la vuelta y, con la cabeza gacha, se metió en su templo. Los caballeros bajaron las escaleras hasta sus respectivas casas y allí se quedaron, pensando en su reciente rejuvenecimiento.

Todo había sucedido muy rápido...

Después de la muerte de sus caballeros, Atenea, Hades y Poseidón había acudido a hablar con él, el Supremo, el Máximo, Zeus. Después de una larga discusión en el panteón griego, Zeus aceptó renacer a los caballeros de los dos dioses y de la diosa. Pero después de renacer a los protectores de los dos dioses, era el turno de los Santos de Atenea. Mas hubo un problema. Sin saber cuál era la razón que impulsaba a cometer ese cambio, Atenea vio expectante como Zeus renacía a sus caballeros pero con un cambio radical. Los Santos de oro tenían todos dieciséis años. Cuando le preguntó la razón a su padre, este se limitó a sacudir la cabeza y a decir con su rotunda voz:

—Pronto lo entenderás.

Y después de eso, la diosa volvió a su cuerpo humano.


Saori miró pensativa la Erigia que sostenía su estatua en la mano. ¿Qué debía hacer con sus Santos dorados? ¿Dejarlos como estaban? ¿Meterlos en algún sitio? Saori pronto cayó en la cuenta de que por culpa de los entrenamientos, ninguno de sus caballeros dorados (y ninguno en general, siendo o no del rango de oro) había hecho la E.S.O, y, como sus siglas indican, la educación secundaria era obligatoria. Por lo que, pasados unos minutos, Saori decidió qué hacer.


Al día siguiente, en el templo de Atenea...

—Caballeros, os he reunido aquí para daros una noticia. —empezó la diosa.

—¿Y cuál es? —le preguntó Milo.

—Pues bien, ha sido la voluntad de mi padre rejuveneceros hasta tener los dieciséis años, mi instinto como diosa me ha dictado que debeis acabar el instituto. Por lo que, teneis dos semanas para preparar vuestras cosas antes de que comience el curso. Id estudiando un poco porque vais a entrar en 4º, como corresponde a vuestra nueva edad. —sentenció Saori. Sus palabras calleron como una losa sobre los Santos dorados.

"Oh, no, el instituto, no." pensaron todos los dorados.

Estos asintieron y comenzaron el descenso a sus respectivas casas, cuando ya estaban en los escalones, Saori les dijo una última cosa:

—Mañana os paso unos papeles de información sobre vuestro nuevo instituto. Y por favor, ¡no os metais en líos! Máscara Mortal, más te vale controlar ese sadicismo, y lo mismo va por vosotros, Saga y Kanon, controlar esos cambios drásticos de humor que teneis...


La diosa iba a seguir con su repertorio pero calló la ver que los dorados habían captado la idea. Cuando ya no veía a sus caballeros, musitó para sí misma:

—Disfrutad de la adolescencia que ningún caballero a excepción de vosotros pudo o podrá vivir al máximo. Ver esto como una oportunidad... Que yo no podré tener...

La diosa entró en su templo y no salió de él en todo el día.


Al día siguiente...

Tatsumi se puso una mano en la frente a modo de visera y miró a los cielos. Hacía un día precioso, con un sol espléndido que daba un calor impresionante. Actó seguido, el calvo bajó la mirada hasta el enorme montón de papeles guardados en trece carpetillas de cartulina marrón que sujetaba entre sus manos. Dejó escapar un suspiro resignado y comenzó a descender los escalones.

Al llegar a la casa de Piscis, se encontró a Afrodita sentado en un sofá de cuero blanco, el Santo escribía con una mano en su portátil, que tenía apoyado en el regazo, y con la otra tomaba un café. El mayordomo carraspeó para llamar su atención y el Santo lo miró.

—¿Qué es lo que quieres? —le preguntó Afrodita.

—Vengo a entregarte los papeles con información del instituto. —le respondió Tatsumi con sequedad. Cierto era que al calvo no tenía al Santo de Piscis con mucha consideración, porque, para ser sinceras, el mayordomo estaba celoso de él por su belleza y aún más de su rejuvenecimiento.

Tatsumi le tendió con una mano la primera de las carpetillas que el Santo recogió con cuidado y abrió para echarle un vistazo.

—Gra... —empezó Afrodita, pero Tatsumi ya se marchaba, por lo que se calló.

—No deberías tomar café, Piscis, recuerda que ahora eres menor de edad. —le replicó Tatsumi desde la entrada de la casa para darse media vuelta y volver a descender.

Al Santo aquella actitud tan borde le chocó, pero pasó de ella, habría rejuvenecido siete años, pero el calvo seguía siendo más infantil que él.


Tatsumi sintió un escalofrío al entrar en la onceava casa, la temperatura era muchísimo más baja allí dentro que fuera. Haciendo acopio de fuerzas entró en la casa. Tras entregarle la carpetilla a Cams, el cual estaba tan tranquilo viendo el telediario en la cadena Telecinco salio de allí pitando y bajó hasta la de Shura...


Tras entregar todas las carpetas, Tatsumi, en vez de volver a junto Saori, se sentó en el primer escalón y allí se quedó, sin imaginarse la reunión que tenían los Santos dorados para charlar hacerca de su nuevo instituto...



Máscara de la Muerte abrió la su carpeta y sacó la primera hoja de ella.

—IES Gran Sócrates... Menudo nombrecito...

—Ya... —concordaron con él sus camaradas caballeros.

—Nota media... No hacen nota media. ¡Qué raro! —dijo Shura leyendo los papeles.— Solo hay la nota media de cada curso... Bueno, son bastante normales.

—¿A ver? —dijo Milo—. Pues es cierto... —coincidió.

—Bueno, esperemos que no baje mucho la nota media de la clase a la que le toque Milo, pobrecitos chavales, los compadezco. —comentó Saga maquiavélicamente, aunque, por supuesto, en el fondo, muy hondo,lo decía en broma.

—¿¡Cómo!? —exclamó Milo levantándose de un salto del banco.

Todos los Santos echaron a reir. Por mucho que lo negaran, se notaba su adolescificación.

—A mí lo que me gustaría saber es, ¿cómo diablos nos vamos a incorporar a 4º de ESO si no fuimos a la escuela por el entrenamiento? —comentó Aiorios.

—Gran pregunta... —comentó Kanon.— Creo que si me vuelven a hacer escojer dios me quedaré con Poseidón en vez de quedarme con Atenea. —añadió, con rostro afligido.

Todos se carcajearon de la mueca del gemelo de Saga.

—Pero bueno... Supongo que antes de entrar Saori hará que nos enseñen lo básico, digo yo. —dijo Afrodita.

—Lo básico más básico ya lo sabemos .—replicó Shura.

—Vale, pero ten en cuenta que para cuarto lo básico no es solo sumar, restar, multiplicar, dividir, y demás operaciones. Lo básico más básico serían teoremas de estos complicados y etc. —dijo Milo.

—Sí, teoremas complicados que deberían sernos fáciles... —comentó Camus con ironía.

—Bueno, sigamos vieno el plano. ¡¡Dios!! —exclamó el Santo de Escorpio.

—¿Qué pasa? —le preguntó Aldebarán asomándose.

—Mirad ésto. Caray para el instituto. Tienen cuatro patios. Uno donde están el edificio del instituto, el gimnasio, un sitio para las mesas de ping-pong, una pista de balonmano y otra de voleibol. Luego subiendo las escaleras hay otro donde hay dos pistas de fútbol, subes más escaleras, otro con una pista de tenis y otra de baloncesto, subes más escaleras y está el último donde hay dos pequeñas plantaciones de lavanda, aloe vera, y demás y el resto de ese patio es todo cesped y arbolitos. —le respondió Milo.

—Cuánto escondrijo debe haber en ese instituto. —comentó Shura.

—Sí, pero como toque el timbre y estés arriba del todo ya te puedes ver corriendo escaleras abajo para no llegar tarde a clase. —añadió Máscara de la Muerte.

—Es muy grande, demasiado grande. —dijo Camus.

—Sí, pero así, ¡seguro que ligas! ¡Malo será! —exclamó Afrodita.

Todos se le quedaron mirando, extupefactos. Acto seguido, estallaron en carcajadas.



Saori escuchó desde su templo las exageradamente sonoras risas de sus Santos dorados. La diosa sonrió para sí misma mientras volvía a concentrarse en los papeles que tenía delante. Dejó escapar un suspiro y comenzó a rellenarlos y firmarlos.

—Deberías dejar por un día ese dichoso papeleo y relajarte un poco. —comentó una voz a sus espaldas.

Saori giró su silla de ruedas para mirar al chico que le había hablado.

Jabu estaba apollado en el marco de la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho, observándola.

—Solo me quedan quince por cubrir y firmar, luego no tendré más. —le dijo ella sonriendo y girando el bolígrafo Pilot de punta fina entre sus dedos.

Jabu se acercó a ella y le cogió el bolígrafo con los dedos índice y pulgar, lo puso en alto y lo observó. Luego se lo devolvió a su diosa y le sonrió.

—¿Te ayudo?

"Eres una diosa, Saori, una diosa. Debes querer a todos tus caballeros por igual." pensó ella. "Bueno, ahora que se acabaron las Guerras Santas supongo que no importará mucho que quebrante esa regla". Enconces pensó en Seiya, y en la casi relación que habían tenido hacía no mucho. "Pero Seiya está con Miho, él mismo me lo dijo." concluyó. Y aunque en un principio eso le había dolido mucho, ahora ya no, porque ya no estaba enamorada del Santo de Pegaso. Eran solo amigos, muy buenos amigos, pero solo amigos al fin y al cabo.

—Por favor. Así acabaré antes y podré fugarme a tomar un helado.

—Está bien. Pero como recompensa tienes que dejar que te invite yo a tomarlo. —Jabu la miró con duda, sabiendo que era probable que se negara.

Saori esbozó una encantadora sonrisa.

—Por supuesto.

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